“Justo ahora que yo estaba
bien…
bien extrañándote,
me encuentro con vos”
Emmanuel Horvilleur
Muchas veces, casi diría que la gran parte del tiempo
de nuestras vidas, ocurre que tratamos de darle entidad a los momentos de mayor
desasosiego por los que nos toca atravesar. Terminar una relación es duro, mas
duro aun es tragar saliva luego de dar
las ultimas pinceladas a una relación; la saliva se acumula, uno trata de
cerrar la puerta y poner una tabla anti-agua para que la saliva no se filtre por las
hendiduras, pero la saliva se escurre, y uno traga más fuerte. Todo de golpe. Y
así, de pronto pasan meses sin verla y cuando uno menos se lo espera, te la topas
por el centro, en la Peatonal Córdoba, y es como tragar el río Paraná y sus
afluentes de sopetón, toda esa saliva en solo escasos segundos.
Uno que viene hablando de cuestiones banales como todo
mortal, del INDEC, de la presidenta Cristina, de los chacareros, de la prosa de los
escritores de los 90’ de las minas… y al levantar la mirada, te la cruzas, así de golpe, sin respiro y uno ve que es ella, ei ella! nuestra ex novia, pero
vagamente negamos, y se aproxima por la misma vereda, no hay chances de cruzar ni de meterse en una librería de prepo. Nada.
-hola-
-ey... ¿como va?-
-ey... ¿como va?-
Ahí ya me perdí, me fuí de la escena, me corrí a un segundo plano, los actores son otros, yo soy un extra, no puedo, no me sale, no da para preguntar nada, da para salir
volando como superman o para derretirme con la brea, o que álguien justo me
cuente en una historia y me haga desaparecer. Por suerte, así fue.
Los viejos vinagres cuentan historias a dos manos, viven del recuerdo, esa es su desdicha y ahí yacen. Sentados en bares mirando
por la ventana, tomando cafecitos y narrándose historias ajenas, inventadas, exacerbadas
y por lo general con un tono melancólico. La tristeza sobrevuela. El presente esta
teñido de recuerdo, de ahí sus quejas y su conservadurismo. Un viejo vinagre es
conservador. Más aun lo son los viejos aristócratas -vinagres y aristócratas- una combinación terrorífica, sus penurias yiran de bar en bar tratando de darle
un soplo de aire a sus destrozados corazones.
Según cuentan estos viejos vinagres, el centro
rosarino fue diseñado por unos ingenieros descorazonados, que abandonados por
sus novias hicieron de la calle Córdoba una gran peatonal con banquitos, árboles
y muchas vidrieras de tal forma que sus ex minas cundieran auspiciosas fogoneadas
por sus impulsos y caigan por la tentación misma que ofrece la peatonal -eso de
ver y ser visto- una pasarela de encuentros, donde todos queden expuestos, donde
no haya lugar para esconderse, uno debe ser divisado, las miradas se
transforman en precoces y furtivas.
Cuentan que el mayor de sus atractivos -quizás ese que
hacía de la Peatonal Córdoba un lugar irresistible- eran las bellísimas
vidrieras de La Favorita. (Actual falavella) allí se había contratado a un
pequeño modisto que hacia arte con esos maniquíes, los vestía y los
acondicionaba con un fondo totalmente glamoroso, había un estilo y una
galantería en esas vidrieras que producían suspiros y comentarios rayando la
experiencia artística más memorable y popular que exista ese rubro comercial, nada
comparable lejos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario