10.22.2013

La Historia secreta de la Peatonal Córdoba

                                    “Justo ahora que yo estaba bien…
                                                            bien extrañándote,
                                                        me encuentro con vos”
                      Emmanuel Horvilleur      
         
Muchas veces, casi diría que la gran parte del tiempo de nuestras vidas, ocurre que tratamos de darle entidad a los momentos de mayor desasosiego por los que nos toca atravesar. Terminar una relación es duro, mas duro aun es tragar saliva luego de dar las ultimas pinceladas a una relación; la saliva se acumula, uno trata de cerrar la puerta y poner una tabla anti-agua para que la saliva no se filtre por las hendiduras, pero la saliva se escurre, y uno traga más fuerte. Todo de golpe. Y así, de pronto pasan meses sin verla y cuando uno menos se lo espera, te la topas por el centro, en la Peatonal Córdoba, y es como tragar el río Paraná y sus afluentes de sopetón, toda esa saliva en solo escasos segundos.

Uno que viene hablando de cuestiones banales como todo mortal, del INDEC, de la presidenta Cristina, de los chacareros, de la prosa de los escritores de los 90’ de las minas… y al levantar la mirada, te la cruzas, así de golpe, sin respiro y uno ve que es ella, ei ella! nuestra ex novia, pero vagamente negamos, y se aproxima por la misma vereda, no hay chances de cruzar ni de meterse en una librería de prepo. Nada.

-hola-
-ey... ¿como va?-

Ahí ya me perdí, me fuí de la escena, me corrí a un segundo plano, los actores son otros, yo soy un extra, no puedo, no me sale, no da para preguntar nada, da para salir volando como superman o para derretirme con la brea, o que álguien justo me cuente en una historia y me haga desaparecer. Por suerte, así fue.      

Los viejos vinagres cuentan historias a dos manos, viven del recuerdo, esa es su desdicha y ahí yacen. Sentados en bares mirando por la ventana, tomando cafecitos y narrándose historias ajenas, inventadas, exacerbadas y por lo general con un tono melancólico. La tristeza sobrevuela. El presente esta teñido de recuerdo, de ahí sus quejas y su conservadurismo. Un viejo vinagre es conservador. Más aun lo son los viejos aristócratas -vinagres y aristócratas- una combinación terrorífica, sus penurias yiran de bar en bar tratando de darle un soplo de aire a sus destrozados corazones.

Según cuentan estos viejos vinagres, el centro rosarino fue diseñado por unos ingenieros descorazonados, que abandonados por sus novias hicieron de la calle Córdoba una gran peatonal con banquitos, árboles y muchas vidrieras de tal forma que sus ex minas cundieran auspiciosas fogoneadas por sus impulsos y caigan por la tentación misma que ofrece la peatonal -eso de ver y ser visto- una pasarela de encuentros, donde todos queden expuestos, donde no haya lugar para esconderse, uno debe ser divisado, las miradas se transforman en precoces y furtivas.    

Cuentan que el mayor de sus atractivos -quizás ese que hacía de la Peatonal Córdoba un lugar irresistible- eran las bellísimas vidrieras de La Favorita. (Actual falavella) allí se había contratado a un pequeño modisto que hacia arte con esos maniquíes, los vestía y los acondicionaba con un fondo totalmente glamoroso, había un estilo y una galantería en esas vidrieras que producían suspiros y comentarios rayando la experiencia artística más memorable y popular que exista ese rubro comercial, nada comparable lejos.

Los ingenieros descorazonados fenecieron, nunca se supo si alguna de estas ex buenas mozas transitaron por esas pasarelas. Uno desde el positivismo mas ingenuo imagina que si, los viejos vinagres fieles a su discurso niegan con vehemencia, es más, le adjudican a estos ingenieros descorazonados, terribles suicidios. Yo sigo siendo un firme creyente en que estos ingenieros tuvieron su encuentro, así como lo tuve yo y seguramente como lo han tenido los viejos vinagres. 

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